Libro de visitas TINTINOLOGO





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Mensaje privado. Click para leerlo.



Añadido: Julio 25, 2024
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Muchas gracias, de verdad, por esta web, que es un auténtico disfrute para aquellos que, como yo, tienen a Tintin como un comic de referencia que ha alegrado sus vidas. Por favor, avisad si hicierais actualizaciones, que ya me la he leído enterita. Muchas gracias de nuevo por este gran trabajo.

Añadido: Junio 16, 2024
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Reencontrándome con Tintín después de décadas, ha sido un placer encontrar una página como esta para apreciar aún más el arte y legado de Hergé y su creación

Muchas gracias!


Añadido: Enero 25, 2024
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En los apócrifos faltarian: Tintin en Barcelona y Tintín en El Salvador.
Còmics enteros. :)


Añadido: Diciembre 15, 2023
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Una vez leidos y releidos" mille milliards de mille" los libros de Tintín,encontrar esta pagina supone para mi mantener encendida la llama de aquella ilusión que encontraba cada vez que abría (y olia ) los libros con cada una de sus aventuras.A la web solo le falta el olor al papel e imprenta.Es lo que tiene el mundo digital.Una web fantastica para los amantes de Tintín y del comic en general.Muchisimas gracias.Ah! Ademas me he reencontrado gracias a sus enlaces de interes con la magnifica web de Bellier,a la cual había perdido la pista y no pensaba ya recuperar.Gracias de nuevo.

Respuesta del webmaster: Muchísimas gracias!! Creo que entiendo perfectamente los sentimientos que describe tan bien... Y respecto a Bellier, que Dios lo tenga en su Gloria!.

Un cordial saludo.


Añadido: Noviembre 28, 2023
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¡Mil enhorabuenas y Mil gracias por esta fabolusa página!
Saludos tintinescos desde Navarra.

Respuesta del webmaster: No sabe cuánto me alegro que disfrute con la página. Muchísimas gracias.

Reciba un cordial saludo.


Añadido: Julio 8, 2023
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Las aventuras de Hergé (II): Tintín, periodista ágrafo

Hergé no se llamaba Hergé, sino Georges Remi, pero le bastó con invertir las iniciales de su nombre y apellido, R. y G., para que el sonido en francés de ambas letras pudiera convertirse en su firma de toda la vida. Nació en Etterbeek en 1907 y falleció en Woluwe-Saint Lambert en 1983. Criado en un entorno de derechas y tirando a meapilas, pasó por los Boy Scouts de Bélgica (agrupación laica) y, posteriormente y a su pesar, por los Boy Scouts Católicos. Aparte de dibujar, da la impresión de que pocas cosas más le interesaron en este mundo. Políticamente, nunca fue un progresista, pero tampoco el fascista que vieron en él sus detractores. Hergé, simplemente, iba a lo suyo y aprovechaba cuanta oportunidad se le presentaba para prosperar. Creó a Tintín en 1929 para el suplemento infantil del diario carca Le vingtieme siecle, y la primera página de las aventuras de su nuevo héroe apareció el 10 de enero de ese año bajo la estricta supervisión del director de Le Petit Vingtieme, el abate Norbert Wallez, un cura fascista que fue quien le sugirió al dibujante que la primera aventura de Tintín tuviera lugar en Rusia, donde urgía enfrentarse al comunismo (Tintín en el país de los soviets).

Durante la ocupación nazi de Bélgica, Hergé siguió a lo suyo, avanzando en la fabricación de sus álbumes, insólitos para la época, que funcionaban como una novela o un largometraje. Lo hizo desde el diario colaboracionista Le Soir, tras haberse despedido definitivamente de otras dos series que nunca le habían reportado ninguna satisfacción, Quick et Flupke (1930) y Jo, Zette et Jocko (1936). Con la liberación le cayó la del pulpo por colaboracionista y filonazi, sin ser exactamente ninguna de las dos cosas sino, principalmente, un hombre de orden y un creador egoísta (con ciertas simpatías por el fascismo, de las que luego se arrepintió) para el que las aventuras de Tintín eran lo más importante de su existencia. El ostracismo, afortunadamente, no duró demasiado, y en 1946, Hergé fue rescatado y devuelto a la sociedad por el héroe de la Resistencia Raymond Leblanc, quien fundó en 1946 Le journal de Tintin, semanario que acabaría falleciendo en 1988, cinco años después que el señor Remi. A partir de ahí, un álbum tras otro (con ayudantes que iban de Edgar Pierre Jacobs a Bob de Moor), el éxito internacional (o casi: Estados Unidos siempre se le resistió), un par de adaptaciones cinematográficas tirando a cutres (y en coproducción con España) durante los años 60, una progresiva ralentización de su producción (de joven fue un estajanovista capaz de volver a dibujar en color aventuras publicadas primero en blanco y negro) y un álbum que no pudo acabar y sobre el que dejó instrucciones precisas para que nadie lo terminara (Tintín y el Arte Alfa). En definitiva, una biopic de Hergé no sería una película excesivamente divertida o trepidante, pues aparte de casarse dos veces y de sufrir dos crisis nerviosas de padre y muy señor mío, yo diría que estamos ante un artista parapetado tras su propio arte que siempre llevó una vida convencional y burguesa que nada tenía que ver con la que vivían Tintín, el capitán Haddock, el profesor Tornasol y el dúo de polis metepatas Hernández y Fernández.

De hecho, los personajes que rodeaban al héroe siempre resultaron bastante más interesantes que él, un supuesto periodista al que nunca vimos escribir un artículo y que jamás se echó novia (tampoco se supo nunca muy bien qué edad tenía, pero parecía que ya se apañaba con la compañía de un chucho de color blanco llamado Milú). La presencia de las mujeres en las historias de Tintín es, de hecho, prácticamente nula, si exceptuamos a la soprano milanesa Bianca Castafiore, una mujer más bien pesada y con pinta de cacatúa que está inexplicablemente enamorada del arisco capitán Haddock, en cuya mansión, Moulinsart, se incrusta a la menor ocasión (especialmente en el álbum Las Joyas de la Castafiore que, gráficamente, realiza unas peculiares incursiones en la psicodelia que llamaron mucho la atención en su momento). A su manera, todos los secundarios de las aventuras de Tintín pueden identificarse como seres humanos, pero lo del héroe, o avatar, no queda igual de claro, contentándose su creador con convertirlo en una especie de catalizador de elementos ajenos, de sujeto desvaído y sin mucha personalidad al que le pasan cosas en las que brillan más sus compinches y sus enemigos que él mismo. En ese sentido, Tintín tiene tan poco interés narrativo como su creador: ambos son discretos, indefinidos a distintos niveles y con cierta tendencia a pasar desapercibidos, ya sea en la ficción o en la realidad. Lo curioso, ¡y admirable! es que, con un héroe tan poco rutilante, Hergé consiguiera fabricar unas aventuras formidables tanto a nivel gráfico como literario y sentar las bases de lo que deberían ser los cómics para ser aceptados como un elemento más de la cultura contemporánea, a la misma altura que la literatura y el cine.

Cuando falleció (discretamente) en 1983, Hergé nos dejó veintitantos álbumes de las aventuras de Tintín y un legado que cristalizaría en los años 80 con la sacralización de la llamada Línea Clara, de la que, en España, constituyó su principal representante la revista Cairo.

Respuesta del webmaster: Era obligado poner la segunda parte del artículo de Ramón de España.


Añadido: Abril 17, 2023
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Las aventuras de Hergé (1): Tintín en España

Comparados con los tebeos españoles de la época, los álbumes de Tintín eran un lujo asiático: empezaron costando 65 pesetas el ejemplar y, para cuando yo me incorporé a su legión de fans, la cosa ya andaba por las 90, que puede que ahora sea poco más de medio euro, pero en los años 60 era una pequeña fortuna. Puede que tus padres te compraran con regularidad los tebeos semanales, pero recuerdo que, por lo menos en mi caso, los álbumes de Hergé se reservaban para las grandes ocasiones (Navidad, santos y cumpleaños y cosas por el estilo). Si algún compañero de clase tenía más tintines, no te quedaba la menor duda de que en su familia había más pasta que en la tuya. Por eso, cuando te caía un álbum, podías tirarte horas leyéndolo y releyéndolo con avidez, pues no sabías cuándo te iban a comprar el siguiente. Así acababa uno como el Will More de la película de Iván Zulueta Arrebato, cuyo personaje era el de un tipo que era incapaz de recordar cuántas horas había dedicado al estudio pormenorizado de determinado cromo de alguna de sus colecciones favoritas. Leer un álbum de Tintín era como enfrentarse a un libro o una película, pues lo que hacía Hergé en 62 páginas (que a veces se convertían en 124, repartidos en dos entregas) era algo que no estaba al alcance de ningún creador español; no por falta de ganas, probablemente, sino porque la industria nacional del comic no daba para más: en España, los tebeos solo eran un entretenimiento barato para niños. Ése fue el motivo de que los mandamases de la editorial Juventud pusieran cara de circunstancias cuando la joven heredera de la empresa fundada por José Zendrera, Concepción (Barcelona, 1919 – 2020) volviera en 1956 de la Feria del Libro de Bolonia convencida de que había que editar en España las aventuras de Tintín; según la leyenda, tras marcarse un bailecito con Hergé, Concepción le arrancó la promesa de que sería su editora en nuestro país…Si conseguía vencer la (previsible) resistencia de su padre a publicar tan lujosos álbumes (el extraño pacto entre caballeros resistió durante años, pese a las ofertas de la competencia, y yo diría que se mantiene a día de hoy, aunque los niños del presente, abducidos por el manga japonés, apenas los lean).

Tras vencer las reticencias de Juventud, Concepción Zendrera, que empezaba a trabajar en la casa (también se encargaría de publicar las andanzas de El club de los cinco, el ciclo de novelas de misterio para niños y adolescentes de la británica Enid Blyton), se lanzó a editar entre nosotros la obra de Hergé. Ya puestos, ella misma se encargó de traducirla, de manera tan eficaz como especial, pues había momentos en que tenías la impresión de que el álbum de turno lo estaba pasando del francés al español sobre la marcha tu propia madre. A diferencia de ciertos traductores de Agatha Christie, la señorita Zendrera conocía la lengua original de lo que vertía al español, pero no podía evitar usar un castellano muy barcelonés que a los chavales de esa ciudad nos resultaba tremendamente familiar. Por motivos no explicados, y no muy lógicos, ya que se trataba de la segunda parte de El secreto del unicornio, el primer álbum de Tintín que tradujo Concepción fue El tesoro de Rachkam el rojo. Y luego ya vinieron todos los demás. Pese a las prevenciones de la editorial, las aventuras de Tintín fueron un éxito; entre otros motivos, intuyo, porque no había mucha competencia a la hora de aplicarle al comic las reglas del cine y de la literatura y convertirlo en una historia más o menos larga con su exposición, su nudo y su desenlace. En ese sentido, yo diría que Hergé fue el primer dibujante de Europa (y puede que del mundo) en afrontar los tebeos desde una perspectiva cultural adulta.

Entre sus ocupaciones, Concepción Zendrera tuvo que encontrar nombres a algunos personajes secundarios, brillando especialmente a la hora de convertir a los torpes polizontes Dupond y Dupont en Hernández y Fernández (pasar del profesor Tournesol al profesor Tornasol no debió costarle mucho). Sé que hay gente que considera ligeramente remilgado el tono de la señora Zendrera, pero, a diferencia del caso de Agatha Christie, no creo que haga ninguna falta volver a traducir los álbumes de Tintín (entre otros motivos porque, como ya he dicho, los niños y adolescentes del presente no parecen morirse precisamente de ganas de leerlos).

Acabé conociendo a Concepción Zendrera cuando yo ya era mayor y ella mucho más. Los suyos la conocían como la tía Conchita, y me la presentaron un verano en Cadaqués, donde la familia tenía una casa. Creo que interpreté el papel de fan pesado que suelo reservar para escritores, cineastas y músicos pop, pero para mí era muy emotivo encontrarme con la persona que había dado voz en mi idioma a los queridos personajes de la infancia (luego recuperados para siempre en la madurez y sin los que nunca habría podido participar en el nacimiento en 1982 de una revista como Cairo). Yo diría que no me lo tuvo en cuenta, pues fue muy amable conmigo, aunque no entendiera muy bien a qué venían tantas muestras de admiración, como si ella no se hubiese limitado a cumplir con su trabajo. Murió, ya centenaria, cuando la pandemia del coronavirus.

Hergé se inventó a Tintín en 1929, cuando la tía Conchita tenía diez años. Se conocieron en 1956 (año de mi nacimiento) y la obra de Hergé empezó a popularizarse en España en los años 60, con apenas treinta de retraso sobre el horario previsto. Pero bien está lo que bien acaba y Tintín me pilló a la edad adecuada para disfrutarlo (por primera vez, ya que luego volvería cíclicamente a revisar sus aventuras y acariciar aquellos álbumes de tapa dura y mate y lomo de tela cuyas portadas, como los cromos del majareta de Arrebato, podía tirarme horas mirando).

Concluidos los elogios a la tía Conchita, creo que ha llegado el momento de hablar de Hergé, lo que sucederá en el próximo capítulo.

Respuesta del webmaster: El pasado Domingo de Resurrección, tuve la suerte de toparme con este maravilloso artículo, y me arrogué el derecho de colgarlo en el libro de visitas. Espero que os evoque tantos recuerdos como a mi.


Añadido: Abril 11, 2023
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Es una pasada la página, necesito mas veces para poder verla por completo,pero me ha enganchado.
saludos

Respuesta del webmaster: Muchas gracias, me alegro mucho de que le guste el sitio. Compartir la afición por la obra de Hergé es un placer, y encima con una paisana de mi Cádiz del alma.

Un cordial saludo.


Añadido: Marzo 20, 2023
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Comentarios:
Un autentico placer y descubrimiento el de esta pagina que derrocha interes y pasion por nuestro heroe de juventud. He pasado ya holgadamente de los 60 y nunca he olvidado el placer que me causaba leer e introducirme en esos libros.
Muchas gracias. Te deseo lo mejor.
Saludos!

Respuesta del webmaster: Muchas gracias por su cariñoso comentario. Cercano a la sesentena, también puedo comprender perfectamente esas sensaciones maravillosas que usted refiere con las lecturas de Tintín

Un cordial saludo.


Añadido: Noviembre 23, 2022
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